Lunes, 11 de mayo de 2015
Chinolo, Mayo 2015...
"Si algunos de ustedes la han visto, díganle que Chinolo la espera".
Así escribía el gran maestro Chinolo, en una de sus cartas...
Hombre acostumbrado a sacrificar lo que fuera, incluso sus mejores caballos por su Dama, su amor por ella era tanto que se dice; que una vez cambió dos de sus peones por dos hermosas doncellas en una de sus partidas contra reloj. Ese era Chinolo, el Jugador Amante del Ajedrez.
Juego que le enseñó su amada en sus años de adolescencias, cuando pasaban largas horas tratando de enamorarse con el primer peón que coronara, luego ella le enseñó cómo se debía tratar una dama después de ser coronada, también le enseñó el recorrido de la torre, las diagonales de los alfiles, el enroque corto, que después se hizo largo con el tiempo, esperando en su ausencia, cuando ella se fue de vacaciones por el tablero sin avisarle...Chinolo la esperaba con ansias, se quedaba dormido junto a la ventana, solo el frío le despertaba para llevarlo a la cama, le lloraba a la luna que se la trajera de vuelta, porque sin ella, él no era nada. Todo lo que sabía, se lo debía a ella, Solo una foto lo consolaba. Pero no era suficiente, nada tenía sentido en su vida, faltaba ella.
Jugaba de vez en cuando para recordarla y mantenerse en calma, pero no era lo mismo, jugar sin ella, le mataba, sentía un vacío que solo ella le llenaba.
Una vez chinolo la trajo a uno de esos torneos que se hacían en las ferias de mayo, y ganó todas las partidas, con ella sentada siempre a su lado, sus adversarios deslumbrados por tanta belleza, caían uno a uno ante la musa de el gran Chinolo, nunca se imaginaron que ella era la musa de sus ensueños, el secreto de la maestría de chinolo, cuando la batalla se apretaba, ella le sobaba la espalda, o simplemente le daba un bello en la barbilla, como diciendo: El amor todo lo puede y todo lo soporta. Chinolo hacía lo imposible y Sacrificaba tiempo y piezas por la victoria de su amada. Nunca la dejaba sola, salvo cuando se fue de vacaciones sin avisarle al gran chinolo, que despertó como loco, buscando a su amada.
Es por eso que escribía en una de sus cartas: Si alguno de ustedes la han visto, díganle que chinolo la espera...
Algunos dicen que lo han visto jugando ajedrez los domingos por la tarde en compañía de Macario y otros amigos de su época...
"Si algunos de ustedes la han visto, díganle que Chinolo la espera".
Así escribía el gran maestro Chinolo, en una de sus cartas...
Hombre acostumbrado a sacrificar lo que fuera, incluso sus mejores caballos por su Dama, su amor por ella era tanto que se dice; que una vez cambió dos de sus peones por dos hermosas doncellas en una de sus partidas contra reloj. Ese era Chinolo, el Jugador Amante del Ajedrez.
Juego que le enseñó su amada en sus años de adolescencias, cuando pasaban largas horas tratando de enamorarse con el primer peón que coronara, luego ella le enseñó cómo se debía tratar una dama después de ser coronada, también le enseñó el recorrido de la torre, las diagonales de los alfiles, el enroque corto, que después se hizo largo con el tiempo, esperando en su ausencia, cuando ella se fue de vacaciones por el tablero sin avisarle...Chinolo la esperaba con ansias, se quedaba dormido junto a la ventana, solo el frío le despertaba para llevarlo a la cama, le lloraba a la luna que se la trajera de vuelta, porque sin ella, él no era nada. Todo lo que sabía, se lo debía a ella, Solo una foto lo consolaba. Pero no era suficiente, nada tenía sentido en su vida, faltaba ella.
Jugaba de vez en cuando para recordarla y mantenerse en calma, pero no era lo mismo, jugar sin ella, le mataba, sentía un vacío que solo ella le llenaba.
Una vez chinolo la trajo a uno de esos torneos que se hacían en las ferias de mayo, y ganó todas las partidas, con ella sentada siempre a su lado, sus adversarios deslumbrados por tanta belleza, caían uno a uno ante la musa de el gran Chinolo, nunca se imaginaron que ella era la musa de sus ensueños, el secreto de la maestría de chinolo, cuando la batalla se apretaba, ella le sobaba la espalda, o simplemente le daba un bello en la barbilla, como diciendo: El amor todo lo puede y todo lo soporta. Chinolo hacía lo imposible y Sacrificaba tiempo y piezas por la victoria de su amada. Nunca la dejaba sola, salvo cuando se fue de vacaciones sin avisarle al gran chinolo, que despertó como loco, buscando a su amada.
Es por eso que escribía en una de sus cartas: Si alguno de ustedes la han visto, díganle que chinolo la espera...
Algunos dicen que lo han visto jugando ajedrez los domingos por la tarde en compañía de Macario y otros amigos de su época...
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