domingo, 9 de enero de 2022

El rostro del ajedrecista… Por Marcos Hernández

 

  

 


 El rostro del ajedrecista...

Lo que inició como una jugada traviesa, se convirtió en su jugada maestra, siendo muy joven mostró talento para el ajedrez, disfrutaba sentarse frente a los más fuertes jugadores del deporte ciencia, por sobre todo, los más charlatanes, esos jugadores que hablan  más de lo que juegan, por esto su padre decía “el ajedrez no se juega con la boca”. Esto quedo grabado en su memoria convirtiéndolo así en un jugador silencioso. Jugar a la guerra y derrotar con táctica y estrategia era su genialidad precoz  “me gusta cuando se parte el ego de un hombre”  esto pensaba al ver los rostros  de sus oponentes que con tristeza miraban la  posición de un rey sin defensa. ¿Quién eres?_ Pregunta rutinaria a la que siempre respondía de la misma manera. _ ¿quién soy?  No importa _ ¿de dónde vengo? tampoco, solo puedo decirte que  amo este juego y me auto desterré  de casa por no soportar las presiones de mi padre  cada vez que perdía una partida, ahora soy un errante, voy recorriendo ciudades para mejorar mis técnicas de juego hasta llegar a ser el mejor.  _ ¿y tu familia?  _ Mi familia no sabe donde estoy ni a donde voy, digamos que mi familia  se resume al vagar de mis piezas y un tablero de hule que llevo conmigo en cada uno de mis viajes. Mi padre el rey, mi madre la dama, mis hermanos la torre, el alfil y los peones y mi mascota fiel el caballo…

El joven ajedrecista continuó su camino, llevaba la ruta marcada en un mapa, dentro de la primera página de un libro viejo que cuidaba como una reliquia, el mapa estaba dibujado en una hoja de papel cebolla, la página siguiente  muestra el dibujo de las 64 casillas blancas y negras, creando así la conjugación interesante del tablero, las piezas y su ruta de jugadas.

En sus viajes derrotó a muchos expertos titulados, así  fue el transcurrir de su carrera ajedrecista  de ciudad en ciudad, de país en país, de torneo en torneo, de jaque en jaque, jugando partidas de café, partidas a la ciega, entablando partidas, ganando y perdiendo con cualquiera. En sus viajes y glorias comenzó a ser reconocido entre los grandes, pero él prefería mantener su anonimato, por eso desapareció… dejó de frecuentar los clubes que visitaba, se alejó de los torneos, no se supo más de él.

Sé le hizo muy difícil mantenerse  en el retiro, alejado del tablero y las partidas que se ganan en golpes de táctica o en los finales de reyes, su deseo de jugar era más fuerte que cualquier sentimiento por mantenerse oculto, entonces creó un traje ajedrezado que cubría su rostro y su cuerpo para poder mantenerse en el anonimato,  así salió un día, se dirigió al famoso “Bulevar de los ajedrecistas” donde asisten los más fuertes jugadores del país, allí se sentó en una de las mesas, ubicó sus piezas sobre el tablero y espero que alguien se acercará para retarle. El primer entusiasta en acercarse fue un joven de algunos 10 años, con un muy buen manejo de conceptos, mientras jugaban hizo el intento de dialogar

_ ¿Por qué traes una máscara puesta?  _

Tal vez sea porque aun no juego mi partida más importante, y el día que lo haga no quiero que mi rival sepa quién soy_

 Continuaron jugando y después de varios movimientos el niño se dio cuenta  de que había caído en una celada, extendió su mano y abandonó observando al rival, buscando distinguir el rostro que se oculta bajo la máscara.

Así fueron acercándose diferentes rivales, cada vez con mayor nivel y experiencia, en ocasiones se sentaban frente a él personas con el único conocimiento de mover piezas, solo por el placer de capturar la escena en una fotografía, en menos de un año el jugador anónimo se convirtió en un misterio, algunos le llamaban el ajedrecista sin rostro, el jugador X, el ajedrecista enmascarado, muchas historias se dijo sobre él, se convirtió en noticia principal en portadas de revistas de ajedrez en el mundo, sus partidas y estilo de juego fueron dignas de estudio.

Una vez  sentase ante él un hombre de avanzada edad, al maestro enmascarado pareció inquietarle un poco el retador, iniciaron la partida  con un apretón de manos, el reto sucedió en el parque detrás de la antigua plaza de toros, sin público, ni testigos, eran solo ellos en el parque.

_ ¿De dónde surgió la idea de jugar con un disfraz? Preguntó el hombre que había llegado allí para retarle.

  

  _ Cuando se haya jugado el peón de rey y la dama y los rostros se hayan desdoblado  sabrás entonces por quién doblan las campanas: doblan por ti, esto diría Hemingway.  El hombre sintió en cada jugada como el rostro de su oponente se develaba. _ Hemos llegado a una posición que puede considerarse una especie de tabiya, está es la misma posición que se dio en aquella partida que perdí y que me auto desterró de casa, con esta frase  el viejo entendió porque se doblega el Rey al final de una partida. El jugador anónimo le reveló su identidad sin quitarse la máscara.

 En homenaje al ajedrecista enmascarado…

 


 

 

 

 

2 comentarios: